América Latina y el Caribe han logrado importantes avances para reducir la pobreza, pero no la proporción de su población que se encuentra en estado vulnerable. Prácticamente uno de cada tres habitantes de la región no es pobre ni de clase media, pero vive día a día sin posibilidad de planear una mejora en su calidad de vida, expuso Almudena Fernández, economista jefa para la región del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Esta población vulnerable no está en condiciones de pobreza, pero tampoco está protegida, y basta una crisis (sanitaria, climática o tecnológica) para hacerla retroceder. En otras palabras, en la región es posible ascender, pero también caer de nuevo, lo que ocurre con frecuencia, destacó el PNUD en un comunicado.
Fernández explicó que si bien la población pobre en la región se redujo de 50 a 25 por ciento, la proporción de personas vulnerables se mantiene en alrededor de 31 por ciento. Se trata de aquellas que no se consideran pobres, pero tampoco tienen una situación económica medianamente sólida.
La víspera de que el PNUD publique el informe Bajo presión: recalibrando el futuro del desarrollo para América Latina y el Caribe, su economista jefa comentó que el desarrollo humano en la región está creciendo a niveles muy bajos, lo que prácticamente refleja un estancamiento y lo mismo está sucediendo con otros indicadores.
El PNUD sostuvo que esto se debe a que la región es particularmente vulnerable a sufrir retrocesos, dado que gran parte de la población no cuenta con recursos y mecanismos suficientes para afrontar incluso crisis moderadas.
Desde 1990 el índice de desarrollo humano (IDH), que mide el acceso a educación, salud y el PIB por habitante, venía creciendo de manera sostenida, pero a partir de 2010 comenzó a desacelerarse y con la pandemia de coronavirus cayó por primera vez en el mundo y la región, añadió Fernández.
Si bien algunos indicadores se recuperaron tras la pandemia, no lo hicieron en todos los países. En general, tanto el IDH como otros indicadores han mostrado avances significativos pero desiguales en la región. Asimismo, la incertidumbre sobre la economía mundial implica el riesgo de que el estancamiento y la disparidad se profundicen.
La economista reconoció que si bien la incertidumbre está creciendo en todo el mundo, en América Latina y el Caribe se ha triplicado desde 1990. En la primera parte de 2025 esta percepción se disparó 101 por ciento respecto al cierre de 2024. Eso da una idea de la volatilidad que estamos viviendo, advirtió.