Desde que somos pequeños, todos los seres humanos experimentamos en temas relacionados con nuestras emociones, la necesidad de sentirnos seguros con nuestros cuidadores, pero también de explorar el mundo con autonomía.
Y cuando estamos en una relación, a unos les causa enormes dosis de ansiedad no tener reafirmación, compañía y muestras de afecto constantes de la pareja. Para otros, es una tortura sentirse asfixiados por un compañero que no les da espacio y que nunca parece tener suficiente.
Algo que necesitamos entender es que, si tu pareja y tú tienen estilos de apego opuestos, esto es prácticamente lo mismo que venir de culturas muy distintas, no es que uno u otro esté mal, simplemente “hablan distintos idiomas”.
Tipos de apegos: opuestos o complementarios
Es todo un reto, pero con comunicación, apertura y compromiso se puede superar para convertir los apegos opuestos en apegos complementarios.
Algunas de las recomendaciones que los terapeutas de parejas solemos realizar en estos casos son las siguientes:
1) De dónde viene el estilo de apego de cada uno
Cuando te peleas con tu pareja porque sientes que te asfixia, o porque sientes que te abandona, probablemente no estás peleando con tu pareja, sino con la sombra de una figura materna que te sobreprotegió, o el recuerdo de un papá ausente que no te cuidó.
Si no entendemos de dónde viene nuestro miedo al abandono o a la intimidad, vamos a cargarle al otro toda la responsabilidad desde un lugar emocional de impotencia, asumiendo que él o ella es demasiado demandante o distante, cuando podría ser que nosotros también estemos interpretando todas sus actitudes del peor modo posible.
2) Protejan la amistad
La mayoría de los consejeros matrimoniales coinciden en que proteger los espacios para la amistad es una de las cosas más importantes en cualquier relación. Esto significa que realmente van a procurar tener momentos agradables para pasarla bien y hablar de cosas que no tienen nada que ver con sus problemas de pareja, aunque los haya.
El hecho de que tengan diferentes estilos de apego no justifica que cada vez que interactúan terminen reclamándose, discutiendo, resentidos el uno con el otro, o exhaustos después de una reconciliación difícil. Esto no significa que nunca van a hablar de cosas relevantes o dolorosas, sino entender que es igual de necesario que haya momentos felices para que ambos sigan teniendo una razón por la cual luchar para que la relación avance.
3) Rompan la dinámica del perseguido y el perseguidor
Es frecuente que quien tiene un estilo de apego más inseguro presione constantemente a quien tiene un apego evitativo para que se hablen ciertos temas o se hagan ciertas cosas (reconciliarse de una pelea, comprometerse más, hacer planes, etc.) porque la incertidumbre de no saber qué pasará le resulta muy difícil de manejar.
Por otro lado, quien tiene un apego evitativo generalmente prefiere tomar distancia y no entrar en conflicto, especialmente cuando no siente que tiene la cabeza fría. Esto genera un círculo vicioso en el que la persecución de uno alimenta la huida del otro, y viceversa.
La solución para romper este patrón se basa en la toma de responsabilidad por parte del “perseguido”, quien tiene derecho a expresar que no se siente listo para abordar ciertos temas o generar intimidad, pero que se compromete a ser él quien tome la iniciativa de hacerlo, en un periodo de tiempo razonable, de tal modo que el “perseguidor” no sienta que, si no hace nada, el asunto sencillamente no se va a resolver.
4) Enfóquense en la retroalimentación positiva
Psicológicamente hablando, los seres humanos somos propensos a darle mucho más peso a las situaciones que no nos gustan que a las situaciones en donde todo salió bien. Esto es lo que nos lleva a sentir que nuestra pareja sólo ve lo que hicimos mal, pero jamás se fija en todo lo que sí hicimos bien.
Comunicarnos solo desde lo malo nos pone en riesgo de crear una realidad distorsionada en la cual cada vez hay más motivos para pelear y menos para agradecer, pero también nos arrebata la posibilidad de moldear positivamente el comportamiento del otro.