Se les conoce como «hongos mágicos». Estas plantas de la familia Psilocybe, con un acompañamiento terapéutico adecuado, han arrojado ser efectivas para tratar condiciones como la depresión, la ansiedad, adicciones y el estrés postraumático. Y México es el país con la mayor diversidad de estos hongos. Viajamos al epicentro cultural y espiritual del uso de este elemento y conocimos el testimonio de los curanderos indígenas que la consideran una medicina.
Para llegar a Huautla de Jiménez, en la sierra de Oaxaca, hay que estar dispuesto a pasar horas en carreteras sinuosas que provocan mareos continuos. Desde la Ciudad de México son mínimo 8 horas de camino, entre nubes y pinos. Y es quizás lo que preserva todavía este municipio del turismo psicodélico.
Huautla de Jiménez es conocido internacionalmente por ser el epicentro cultural y espiritual del uso de hongos Psilocybe, mejor conocidos como los «hongos mágicos». Y es una fama que sus habitantes no quisieran que se expanda demasiado.
En medio del bosque húmedo, Xe Omar examina en silencio el suelo en busca de estos seres vivos que no son ni animales ni plantas y tienen su propio reino: el Fungi.
En Huautla, el manejo del hongo Psilocybe es sagradamente compartimentado: están los que lo recolectan y los que lo usan para ceremonias. Xe Omar pertenece a la segunda categoría y para France 24 accede a mostrarnos la seta en su hábitat.
Xe Omar es hijo de la curandera mazateca Julieta Casimiro. ‘Mamá Julia’, que falleció en 2018, era integrante del Consejo Internacional de las Trece Abuelas Indígenas, que concentra la sabiduría ancestral femenina con curanderas de Nepal, Gabón, Alaska, Brasil, entre otros.
Omar cuenta que fue a los seis años, escapando de la vigilancia de su madre, que ingirió por primera vez hongos, obteniendo así su «pasaporte sagrado».
Desde entonces, aprendió a manejar este elemento como medicina: «La uso para sanar diferentes padecimientos de la carne, del psique, del alma. Nosotros, la población mazateca, la usamos como un método de medicina natural alternativa, no como una forma de drogarse, ni de loquear», insiste Omar.
«Derrumbes», «San Isidro», «pajaritos»
Entre los pinos, lleva 20 minutos buscando a los «Niños Santos», como los bautizó María Sabina, la curandera pionera en el uso de los hongos alucinógenos. Pero no aparecen. De repente, Xe Omar se arrodilla, se quita la gorra, y pide permiso al bosque que lo rodea. Dos minutos después, retomando su camino por donde venía, el curandero señala algo con el dedo.
Ahí está, con su sombrero marrón y su pie delgado: el «derrumbe». Este hongo, junto con el «San Isidro» o el «Pajarito», pertenece al grupo de especies Psilocybe que se pueden encontrar en Huautla. Contienen psilocibina, el compuesto que induce efectos alucinógenos al consumirse. Actúan sobre los receptores de serotonina en el cerebro, provocando alteraciones en la percepción y el pensamiento.
Aunque las leyes mexicanas prohíben el uso recreativo de los hongos alucinógenos, las comunidades indígenas tienen un grado de protección constitucional para preservar sus prácticas culturales. Y es que son usados desde tiempos prehispánicos en rituales de sanación, ritos de iniciación o ceremonias donde se creía que permitían comunicarse con lo divino o recibir orientación de fuerzas sobrenaturales.
Este 22 de julio se cumplieron los 130 años del nacimiento de María Sabina, la llamada «Santa de los hongos» que puso en el mapa a Huautla de Jiménez.
A mitad del siglo XX, su fama se disparó, después de la publicación por el banquero y etnomicólogo Robert Gordon Wasson del registro de una ceremonia con los «Niños Santos». Rápidamente, Huautla se llenó de visitantes buscando una experiencia trascendental.
El movimiento hippie estaba en su apogeo y una curandera que usaba hongos en México era una noticia llamativa.
Bob Dylan y Aldous Huxley: en busca de respuestas espirituales
Los Beatles, Bob Dylan, los Rolling Stones y Aldous Huxley habrían acudido a ceremonias con María Sabina, según las narraciones populares e historias que han recogido algunos medios, todos en busca de alivio o respuestas.
«Yo recuerdo recorrer el mundo sin salir de mi casa. Nos visitaba gente de todas partes», rememora Jasmin Pineda Casimiro con una sonrisa. Hermana de Omar, es también hija de «Mamá Julia», contemporánea de María Sabina. Su niñez fue marcada por esta llegada de extranjeros, a veces bienvenidos y a veces perseguidos, que decían querer «conectar» con una divinidad o aliviarse de cierta enfermedad.
Igualmente curandera, Jasmin recibe a France 24 en el místico Cerro de la Adoración, en la cabaña donde atiende a sus «pacientes».
«Él es Crispin. Llegó a México en fase 4 de cáncer, con un tumor en los pulmones. Pero gracias a las plantas, hoy está sano, surfeando en la costa de Oaxaca», cuenta Jasmin, enseñando en su altar una foto de un joven sonriente en la playa.
Si bien varios estudios han resaltado los potenciales beneficios terapéuticos de los hongos Psilocybe, la investigación apunta sobre todo a condiciones de salud mental.
Antes de recibir a personas que desean realizar una ceremonia vía su proyecto Rajbi Tejao, Jasmin les interroga sobre sus motivos. La curandera tiene presente el riesgo de una degradación de sus tradiciones espirituales por un turismo que no respetaría el contexto sagrado de estas sustancias.
Porque aunque estas plantas empezaron a atraer a turistas en la década de los sesenta, pertenecen a la cultura mazateca desde mucho antes, como lo recuerda Jasmin: «Yo soy posiblemente una quinta, sexta generación de guías espirituales con los «Niños Santos». Nosotros desde bebés mamamos en la teta de mamá la medicina. Porque siendo gente indígena, gente de pueblo, no había manera de conseguir medicina de laboratorio. Entonces nuestros ancestros buscaban la forma de sanarnos a través de las plantitas».
Los hongos alucinógenos contra la depresión
El potencial del hongo Psilocybe ya ha despertado el interés de la comunidad científica del mundo. Países como Australia, Países Bajos, y estados de Estados Unidos permiten el uso de psilocibina para terapias bajo supervisión profesional. Otros lugares, como Jamaica y Costa Rica, se están volviendo destinos populares para retiros psicodélicos debido a sus leyes no restrictivas.
En el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, el subdirector de consulta externa Raúl Iván Escamilla Orozco estudia lo beneficioso que podría ser para México incorporarlo a terapias asistidas para tratar trastornos depresivos.
«A nivel mundial, la depresión mayor es una de las principales causas de discapacidad psicosocial. Y actualmente con el tratamiento de antidepresivos, la tercera parte de los pacientes no tienen una respuesta satisfactoria. Además implica tomar medicamentos durante períodos largos de tiempo, hay una latencia en la respuesta y cuando se produce, a veces es a expensas de muchos efectos adversos», comparte el médico.
En cambio, lo que el doctor y su equipo proponen con «el uso de esta medicina psicodélica, es la administración puntual, en momentos específicos, con dosis que ya han sido definidas. Pero sí se tendría que acompañar de manera estricta de un protocolo de psicoterapia», resalta.
Las últimas investigaciones aseguran que la psilocibina es capaz de estimular el crecimiento de las conexiones neuronales perdidas con la depresión.
Sugieren que la toma de este compuesto puede ayudar a construir y luego solidificar nuevos circuitos en el cerebro, lo que podría ser particularmente beneficioso para quienes sufren de depresión, ansiedad, estrés postraumático, adicciones, entre otros.
Siglos de uso espiritual de la sustancia al servicio de la medicina
Por sus propiedades alucinógenas, los hongos Psilocybe han sido especies estigmatizadas. Pero vistas desde los ojos clínicos de Raúl Escamilla, podrían tener un enorme valor, en especial para la cuna de estos hongos como lo es México.
«Creo que todavía hay mucho por aprender de los médicos tradicionales y de los sabios de las comunidades originarias sobre cómo mejorar estos protocolos. Y que México es una valiosa oportunidad porque estos grupos se encuentran en nuestro país, y si bien hay un sector conservador en relación al uso de estas prácticas, hay un sector de la comunidad que está muy abierto a compartir estos conocimientos», dice a este medio Escamilla.
Efectivamente, el curandero Xe Omar coincide en esa importancia de no despojar la psilocibina de su contexto espiritual: «El riesgo es que extraigan de la planta el compuesto que les interese para producir píldoras. Porque abre la puerta a que algún loco, alguna empresa, llegue y diga: «Listo, yo ya tengo los derechos de las plantas».»
Desde Huautla de Jiménez, tierra de los «hongos mágicos», Omar anhela que el posible poder de la planta no acabe en las manos incorrectas: «Muchos que no participamos en la política, pedimos en nuestras oraciones que se siga usando las plantas, pero sin que el hombre intervenga en el proceso. Y esperemos que el gobierno se interese en preservar nuestras culturas».
Por ahora, el Senado mexicano analiza una propuesta para cambiar el estatus de prohibición de la psilocibina en la Ley General de Salud, para administrarlos, adquirirlos o cultivarlos con fines terapéuticos y de investigación.
De hacerse realidad, México retomaría la investigación científica con psicodélicos que cobró fuerza con personajes como María Sabina, pero que quedó suspendida desde la década de los 70, por la fallida «Guerra contra las drogas» del presidente estadounidense Richard Nixon, una política altamente cuestionada sobre todo en América Latina, región donde se ha asumido el costo en vidas humanas mientras los mercados no han parado de circular hacia el norte y el resto del mundo.