El Dodo, la famosa ave no voladora que habitaba la isla Mauricio, en el Océano Índico, es un ejemplo de extinción causada por el hombre.
El Dodo, perfectamente adaptado a su aislado ecosistema pero no preparado para la llegada del hombre, fue encontrado por primera vez por marineros neerlandeses en 1598. La caza, la destrucción de su hábitat y la introducción de especies no autóctonas acabaron con él en menos de 80 años.
Y no es la única. Nuevas investigaciones han documentado la extinción de 610 especies de aves en los últimos 130 mil años, coincidiendo con la expansión global de nuestra especie Homo sapiens, una crisis aviar que no ha hecho más que acelerarse en los últimos años y décadas. Por ejemplo, el Kauaʻi ʻōʻō, un pájaro cantor hawaiano, fue declarado extinto justo el año pasado.
Los investigadores también revelaron las consecuencias ecológicas, ya que la desaparición de especies aviares borra funciones que cumplen en innumerables ecosistemas.
«Las aves llevan a cabo una serie de funciones ecosistémicas realmente importantes, de muchas de las cuales dependemos, como la dispersión de semillas, el consumo de insectos, el reciclaje de material muerto -por ejemplo, los buitres- y la polinización. Si perdemos especies, perdemos estas funciones», afirma el ecólogo Tom Matthews, de la Universidad de Birmingham (Inglaterra), autor principal del estudio publicado esta semana en la revista Science.
«Un buen ejemplo de ello son las islas Mauricio y Hawái, donde todos o casi todos los frugívoros autóctonos -aves que se alimentan de fruta- se han extinguido», explicó Matthews.
El Dodo y Kauaʻi ʻōʻō, que se cree que tenían fruta como parte de su dieta, estaban entre ellos.
«La frugivoría es una función importante, ya que al comer las frutas y luego desplazarse, las aves dispersarán las semillas de las plantas a las que pertenecen las frutas», dijo Matthews.
Esto puede precipitar «extinciones secundarias en cadena», dijo Matthews, y Mauricio tiene ahora muchas especies arbóreas amenazadas.
La mayoría de las extinciones documentadas se produjeron en islas. La pérdida de hábitats puede tener efectos enormes debido al aislamiento y a la reducida superficie, mientras que la introducción de animales como ratas, gatos y ratones puede tener repercusiones considerables debido a la evolución de la incapacidad para volar de muchas aves endémicas de las islas, que las dejó incapaces de escapar de los nuevos depredadores, explicó Matthews.
La caza humana fue un importante factor de extinción en el pasado y sigue siendo problemática en ciertas regiones. La captura de aves para el comercio es un problema importante, sobre todo en el sudeste asiático, según Matthews.
En algunas regiones y especies intervienen factores más específicos. Por ejemplo, la malaria aviar, introducida por el hombre, ha provocado un gran número de extinciones en Hawái -sobre todo entre los mieleros hawaianos endémicos-, donde las aves no poseían inmunidad natural.
«La gran incógnita de cara al futuro es el papel del cambio climático antropogénico como impulsor», afirma Matthews.
Las grandes aves elefante no voladoras endémicas de Madagascar desaparecieron tras la llegada del hombre, incluida la Aepyornis maximus, posiblemente el ave más grande que jamás haya existido, de unos 3 metros de altura. Las aves moa no voladoras endémicas de Nueva Zelanda, como el moa gigante de la Isla Sur, que rivalizaba en tamaño con las aves elefante, también desaparecieron tras la colonización humana de las islas.
Según los investigadores, las 610 especies combinadas representaban tres mil millones de años de historia evolutiva única, y cada especie perdida era como cortar una rama del árbol de la vida.