“No voy a morir. Las chamanas no morimos, trascendemos… a la vida no le debo ni me debe nada; estamos bien”, dijo alguna vez una cantante conocida como La Chamana, quien aseveraba que su único amor había sido Frida Kahlo, su gran amigo José Alfredo Jiménez y su leit motiv, la libertad.
La Chamana es efigie cultural en el país y estandarte de la comunidad LGBTx, pero más, para quienes aman ser ellos mismos.
Chavela Vargas, la gran Chavela, artista del canto, símbolo nacional, última sobreviviente de la época de oro de la canción mexicana y quien es bien recordada por la frase Los mexicanos nacemos donde se nos da la rechingada gana, regresó a un lugar emblemático de la Ciudad de México, que era parte de su ecosistema: la Plaza Garibaldi, precisamente donde está la Plaza de las Luminarias.
Chavela volvió como escultura de bronce, que en su honor hará recordar a una de las creativas más libertarias que haya dado ésta, su tierra por decisión.
Les dejo de herencia mi libertad, señala una frase de la cantante plasmada en dicha obra, a cargo de Alfredo López Casanova (Guadalajara, Jalisco, 1968) de 2.10 metros de altura. Es un modelado para bronce a la cera perdida. Su elaboración llevó seis meses en un taller de la alcaldía Iztapalapa.
Captura a la cantante en plenitud de su carrera. La representa con los brazos extendidos, reflejando su carácter libre y fuerte, con jorongo rojo y botines, elementos simbólicos que la acompañaron durante su vida, esculpidos con precisión.
El monumento estará junto a los de Javier Solís, Tomás Méndez, Manuel Esperón, José Ángel Espinoza Ferrusquilla, Martín Urieta, Juan Gabriel y José Alfredo Jiménez, su gran amigo y compañero de muchas noches en el Tenampa. Juntos marcaron una era en Garibaldi y la convirtieron en punto de referencia para los amantes del mariachi y, sobre todo, de la bohemia.
Con su voz, Chavela transmitía lo que pocos: la libertad. Afirmaba que ésa era su herencia. Ése fue el grito que en 2000 en un concierto en el Zócalo acuñó, recordó la autora de la iniciativa de la estatua, María Cortina, quien la apapachó en sus últimos tiempos.
Aquella vez, las piedras del Templo Mayor retumbaron. Se sintió esa unión entre los mexicanos de antes y de hoy con el grito de Chavela que hoy queda en su estatua, dijo Cortina, quien agradeció a Elena Poniatowska, presente en el acto, así como al jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres.
Libertad de ser
Con Álvaro Carrillo se la pasó noches y días conspirando, cantando, tomando tequila en Garibaldi. Esa era ella, quien peleó por ser uno mismo, aunque haya pagado el costo de la soledad, con la que al final acabó dándose un abrazo…
Cortina compartió que la cantante “fue libre para rodearse de personalidades como presidentes y otros personajes de poder con quienes, aun así, mantuvo su libertad.
“Frente a público homofóbico, desde entonces hacía llorar a la gente; decía que lloraban ‘porque les recuerdo que son capaces de sentir’.”
Agregó: “Fue así como creó su estilo único, y defendió su sexualidad. Se enamoró de México desde que llegó. Sentía que la ciudad la amaba pero el país también le dolía… Chavela, la del jorongo, a la que le gritaban marimacha, la que se juntaba con hombres, siempre peleó por su libertad, y esa Chavela está aquí”.
La intérprete fue aplaudida en el Carnegie Hall de Nueva York, en el Olympia de París, en el Palau de Barcelona, en el Albéniz de Madrid y en el Luna Park de Buenos Aires antes de que el Palacio de Bellas Artes le abriera sus puertas.
Volvió para quedar perenne en un lugar que es parte de su naturaleza, la tierra del rompe y rasga, donde la música, el chupirul y la comida popular de la urbe fluyen y confluyen; donde se ve a los fiesteros pasear desde una noche antes por la plaza, las prostis, los turistas…
Chavela, homosexual en años duros de machismo, nunca ocultó su identidad. Intérprete de voz ronca que hacía llorar en sus conciertos con boleros y rancheras de parranda y amor perdido, y considerada por el cineasta español Pedro Almodóvar modelo de autenticidad y de congruencia, ahora estará por siempre, como ya lo está en una de las paredes del Tenampa, en esta misma plaza, más aún, en el corazón de quien ama con pasión.
Nunca he sentido envidia por nadie; siempre voy aprendiendo. Me gustaría que me recordaran como una vieja loca, que tomó 40 botellas de tequila, comentó a este diario alguna vez la mexicana de origen costarricense, fallecida el 5 de agosto de 2012 a los 93 años, edad en la que se consideraba joven, porque para mantenerse así, decía que usaba una crema especial hecha con hormonas de mula.
Como dice en su red social de Facebook: Chavela, naciste hace 104 años, tuviste una infancia dura, cambiaste tu destino, luchaste, caíste, te levantaste, triunfaste, nos dejaste como herencia tu libertad y NO TE IRÁS. Gracias por ello.