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“Bomba silenciosa” por contaminación de agua en Gaza

Soldados israelíes toman posiciones junto a edificios destruidos por el ejército israelí en la Franja de Gaza el viernes 13 de septiembre de 2024.

 El relator especial de la ONU sobre los Derechos Humanos al agua potable y al saneamiento, Pedro Arrojo-Agudo, ha alertado de que la contaminación del agua en la Franja de Gaza es una «bomba silenciosa con menos visibilidad que aquellas que destruyen edificios». 

«Israel ha bloqueado el 70 por ciento de los materiales de doble uso necesarios para construir y operar plantas de tratamiento de aguas residuales, impidiendo un tratamiento adecuado de las aguas residuales, lo que ha provocado una progresiva contaminación fecal de las aguas subterráneas», ha señalado en rueda de prensa. 

Arrojo-Agudo ha indicado que la población gazatí vive con una media de 4,7 litros de agua por persona al día, estando la media en 100 para «necesidades diarias». De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) fija en 15 los litros fundamentales para sobrevivir estando en situaciones de emergencia. 

Asimismo, el agua accesible «suele estar contaminada con materia fecal», lo que provoca «graves problemas de salud, especialmente en niños». «La falta de agua potable ha provocado 1,7 millones de casos de enfermedades infecciosas, principalmente diarrea, disentería y hepatitis A», ha agregado. 

El relator ha señalado que la población de Gaza –1.7 millones están desplazados– se «ha visto obligada a bombear tres veces más agua de la que recibe el acuífero a través de su reposición natural, lo que durante el bloqueo, que dura ya una década y media, ha provocado una intensa intrusión marina y salinización». 

Por otro lado, se ha referido a la «militarización del agua» en Cisjordania y a las políticas de «apartheid territorial». «No tienen acceso al río Jordán y no pueden construir pozos ni infraestructura hídrica en sus propios territorios», ha agregado. 

Asimismo, ha subrayado que los palestinos de los territorios ocupados tiene solo 70 litros al día –en las comunidades rurales rozan los 20– frente a la población israelí, que tiene «cuatro veces más.