Titulares

«Estoy en mi mejor momento artístico»: Isaac Hernández

Posar ante la cámara le resulta muy natural. Lo he hecho desde hace mucho, dice sobre esa faceta allende la danza que lo ha llevado a ser la imagen de reconocidas firmas internacionales de ropa y accesorios para hombre, así como de su incursión en el cine y las series televisivas.

Posar ante la cámara le resulta muy natural. Lo he hecho desde hace mucho, dice sobre esa faceta allende la danza que lo ha llevado a ser la imagen de reconocidas firmas internacionales de ropa y accesorios para hombre, así como de su incursión en el cine y las series televisivas. 

¿Así está bien?, pregunta al fotógrafo con diligencia, sin mostrar cansancio ni fastidio a pesar de que ha sido un día largo de entrevistas y sesiones fotográficas. De buen talante, Isaac Hernández (Guadalajara, 1990) está dispuesto a hablar de todo. Le gusta tomar al toro por los cuernos, asegura. 

No tengo temas prohibidos. Si me siento en la mesa con alguien, tengo la regla de que, si hay algo que me incomoda, siempre puedo irme o expresarlo abiertamente, pero si estoy sentado, no hay tema fuera de mesa y hay que debatirlo. 

Aunque el motivo de la charla es la gala Despertares, que tendrá lugar mañana en el Auditorio Nacional, de la cual es productor y participante, el bailarín, considerado uno de los mejores del mundo, aborda diversos tópicos. 

–¿En qué momento estás de tu carrera? 

–Es un momento muy especial, porque es la plenitud artística; tengo la fortuna de sentirlo también en el ámbito personal. He podido cumplir las metas y sueños que me he propuesto en lo profesional; entonces, eso me ha deslindado de resentimientos o motivaciones que me impidan ver a futuro. 

“Soy afortunado porque no tengo remordimientos profesionales ni frustraciones por el qué hubiera sido. Hasta ahora he sido muy valiente; me he retado y he aceptado incomodarme; he tratado de tener control sobre mi vida profesional y personal; he diseñado y luchado por consolidar un sueño. 

En ese sentido, creo, estoy viviendo los mejores momentos profesionales. La plenitud de un bailarín es de los 30 a los 38 años, más o menos; y me doy cuenta ahora por qué: porque la madurez como persona, el contenido de la vida propia, respalda mucho tu esencia en el escenario, y tu voz creativa se alimenta mucho de eso. Creo que a los 30 años ya se tiene una versión más clara de lo que es la vida. 

–¿Ha sido una carrera idílica? 

–Definitivamente. Creo que, muchas veces, eso es lo que me cuesta trabajo de ver a futuro y pensar cómo terminar una carrera como la mía; profesionalmente hablando, cuál es el escenario adecuado, cuáles son los ballets que quiero bailar ahora que estoy en plenitud, cuáles son las últimas producciones que deseo hacer. 

Eso es lo interesante, porque, hasta hace unos años, era muy objetivo: quiero estar en las principales compañías del mundo, ganar cierta competencia o premio, bailar con tal bailarina; pero ahora que todo eso está hecho, es cuando se sabe quién eres como artista, qué es lo que te interesa y qué estás dispuesto a hacer para definir el resto de tu carrera. 

–¿Y a qué estás dispuesto? 

–Por ahora no lo tengo claro. Nunca he tenido miedo a la falta de claridad, porque la he apreciado como un ejercicio que me da el privilegio de tener tiempo para saber cómo usarlo, lo cual no es común en muchas personas. Haber logrado estas metas me ha dado libertad de imaginar cosas que antes no me parecían posibles. 

“Si la película de Michel Franco con Jessica Chastain (Dreams) tiene muy buena respuesta, es muy probable que vaya a hacer unas cuantas más. Nunca se sabe, tal vez termine siendo actor o productor; me apasiona mucho producir, facilitar a los creadores y hacer posible su visión artística; también me gustaría dirigir una compañía, entrar a la gobernanza, desarrollar políticas públicas, hacer investigación. Hay muchas cosas que a lo largo de estos años he probado y he tenido que aprender para hacer proyectos como Despertares

Me apasionan muchas cosas. Pero lo que sé ahora es que los próximos siete años como bailarín son el fin de mi carrera. El momento de plenitud, de dominio escénico y de libertad física y técnica tienen fecha límite. Lo tengo claro y por lo tanto le doy prioridad a esa situación. 

–Se dice que la danza es muy ingrata por lo efímero de la actividad profesional. 

–Hay que contextualizar eso. Muchos de los deportistas olímpicos terminan su carrera apenas pasando los 20 años. En ese sentido, he sido consciente y lo entiendo más como un privilegio de poder vivir una vida plena artística y profesional, y tener la oportunidad de reinventarme a los 40 años o de seguir mi pasión por la danza de otras maneras. Es un gran lujo que tenemos los bailarines, pero tristemente también es una carrera que requiere de absoluto compromiso y especialización. Entonces, eso también puede limitar muchas posibilidades. 

“La danza nunca ha sido ingrata conmigo, lo cual no signifique que no haya pensado en tirar la toalla. Es más, es algo que pienso todo el tiempo, porque es una condición humana y está presente en todas las profesiones. Es inevitable sentirse cansado, frustrado, con flojera, falta de motivación, o que hay tantos problemas en el mundo que lo que uno hace es completamente insignificante y no merece tener lugar en las prioridades de la sociedad. Hay infinidad de situaciones a las que un artista tiene que enfrentarse y considerar constantemente; como ser humano es inevitable, es un ejercicio de crecimiento y madurez. Me ha pasado con lesiones y el éxito mismo, ¿qué haces una vez que ya no tienes más esas metas? 

El tiempo para pensar replantearte como artista, para encontrar tus prioridades, es un ejercicio difícil. Hay que aceptar limitantes, el tiempo en el que vives, tus posibilidades, tus compromisos y llegar a comprometer ciertas cosas. Es algo que a mucha gente le incomoda y entonces se encamina por lo obvio, lo más fácil. Para mí no han sido ingratas la vida ni la profesión; al contrario, ha sido un viaje extraordinario de plenitud en el éxito, la lucha, el trabajo, el cansancio, también en la pérdida, la tristeza; todo lo he vivido al máximo. Es lo que persigo: vivir una vida plena y todas sus consecuencias.