Titulares

“Mi cabeza ya no arma poemas como hacía antes; no sé si lo vuelva a hacer”: Tedi López Mills

Tal vez No contiene armonías (Almadía) sea el último de poesía de Tedi López Mills (México, 1959). Es verdad que la vida da muchas vueltas, pero lo cierto es que desde hace cinco años la escritora no piensa en función de poemas, reconoce ella misma. 

Ganadora de los premios Efraín Huerta, Nacional de Literatura José Fuentes Mares, Xavier Villaurrutia, Iberoamericano de Bellas Artes Carlos Pellicer e Inés Arredondo, entre otros, López Mills advierte que todavía está aprendiendo a vivir su nueva vida, marcada por la muerte de su pareja, el narrador Álvaro Uribe en 2022.  “Todavía estoy capoteando el temporal”, dice una autora que hoy, por fin, pudo publicar y hablar de su libro más reciente, un libro que es por cierto sobre cómo escribir. 

No contiene armonías es un libro donde habla del lenguaje y en sí de la creación poética. ¿Cómo nació el poemario? 

Escribí el libro entre 2018 y 2019, el primero es el más reciente y lo escribí en 2019, desde entonces no he escrito poesía. En sí es una obra sobre cómo escribir, sobre cómo portarse y tratar a los demás, creo que se coloca en una trinchera entre la objetividad y la subjetividad, entre distintos caminos, entre las palabras que uno usa y aquellas que no. En la primera parte tomo cuatro preguntas de un cuestionario que hizo la poeta estadounidense C.D. Wright y las respondo; cada respuesta puede llevar a nuevas preguntas o a callejones sin salida, eso dependerá de cada lector. En la cuarta de forros se habla de contracantos y estoy de acuerdo porque le da una denominación específica a las secciones. El título No contiene armonías es descriptivo y a la vez polémico porque hablo de las formas poéticas, políticas y morales. 

¿Van ligadas las formas poéticas y las morales? 

Uno decide, es muy difícil que no aparezca la moral en cualquier relación. No quiero ser moralista, pero si uno toma una decisión poética sobre qué tipo de poema va a escribir, casi por naturaleza las palabras tienen peso moral y eso es difícil de evitar. Por otro lado, en la poesía términos como agua o luz, ya tienen un peso histórico que acaba siendo un criterio moral, es complicado evitar esos vínculos. 

En una parte del libro cita un verso de Octavio Paz: la crítica del lenguaje se llama poesía… 

Poetas como Paz o Raúl Zurita están muy presentes en el libro. La poesía se arroba muchos derechos o cualidades que no siempre tiene, un poema puede ser muy complaciente y no por eso ser malo. Hay tradiciones convencionales, liberales o conservadores, pero es verdad que la poesía que más me interesa es aquella que crítica o pone en juego al lenguaje. 

En lo que va de la entrevista ha usado las palabras moralista y conservadora, ambas muy manoseadas en la política mexicana. 

No hay manera de controlar el uso de las palabras, sería terrible hacerlo. Cada quien usa los términos que quiere como quiere, incluso es algo que va más allá de la conciencia. Ahora que hablo contigo no sé si algunas de las palabras que he utilizado las he elegido yo, o se han elegido sola, eso pasa en la poesía. En muchos sentidos la poesía se escribe a sí misma, no es una página en blanco, es un palimpsesto, hay tanto escrito que es difícil que no se escriba a sí mismo una parte. Incluso sucede lo mismo a la hora de hablar. Cuando digo política o moral lo puedo decir en el sentido más consciente o inconsciente dependiendo de donde me coloque. No contiene armonías tiene una fuerte carga política y está enfocado a la incertidumbre. 

¿Vivimos en una época sin armonía? 

Desde mi punto de vista sí, y defiendo esta posición a nivel personal porque no quiero hablar en nombre de los demás. No parece haber una posibilidad de acuerdo, la rispidez está a la orden del día, el calendario nacional empieza y está marcado por un señor que desde las siete de la mañana nos da su versión sobre lo que sucede en el país, eso determina el discurso de todos los días.  La armonía es precaria por eso hay que protegerla o estar en estado de alerta. 

El libro fue escrito entre 2018 y 2019, la situación personal que vivía con Álvaro Uribe en términos de salud, ¿qué tanto permeó estos poemas? 

En 2018 y 2019 nunca imaginamos lo que pasaría después. El diagnóstico de su enfermedad lo recibimos a finales de 2021 y Álvaro murió en 2022, por eso digo que este libro pertenece a mi vida anterior. Ahora te hablo desde la vida nueva, porque sí ocurrió un parteaguas. Entregué el libro a la editorial en 2021 y luego lo detuve porque no tenía ánimo de publicar ni de hablar, más tarde me animé a publicarlo. 

¿Por qué no ha vuelto a escribir poesía desde 2019? 

Ahora escribo la columna que tengo en Laberinto, de Milenio, para mí es un reto y es también literatura porque está pensada como un libro, estoy componiendo una obra continua y de algún modo la poesía esta presente como lectura, citas o formas, pero escribir poesía como tal no se ha dado y no sé si vuelva a ocurrir. 

¿La extraña? 

No, porque hay otras cosas que extraño más. Mi cabeza ya no arma poemas como era antes, hace mucho que no me ocurre ese tipo de escritura. Me gustaría que hubiera más armonía y menos tensión, pero esas cosas no se dan porque uno las quiera, me encuentro capoteando el temporal, hago lo que puedo con estas nuevas circunstancias. Acaso lo que si me da un poco de miedo es que el libro haya sido premonitorio.