Titulares

‘Al son de Beno’, un documental que recupera el legado del etnomusicólogo Beno Lieberman

Si algo es Al son de Beno, es un viaje musical y personal alrededor del investigador Beno Lieberman, pionero en la investigación de la música folclórica mexicana. 

Gracias al documental que ahora se proyecta en salas, su hijo, el artista Ilán Lieberman pudo recuperar materiales y perdidos de su padre, pero no solo eso también consiguió conocerlo más y comprender algunas de las razones que lo llevaron al suicidio. 

¿Qué te lleva a hacer Al son de Beno? 

Básicamente dos cosas, estaba haciendo un proyecto de historia oral en San Miguel del Progreso, un lugar al norte de Puebla, la idea era contar la historia de la comunidad a través de los relatos personales de sus habitantes. Durante el desarrollo pensé que podría hacer algo similar a nivel personal. Al mismo tiempo estaba escuchando muchos huapangos indígenas. Todo coincidió con el treinta aniversario de la muerte de mi papá, entonces su amigo y mano derecha, Enrique Ramírez de Arellano, me propuso hacerle un homenaje y así fue como nació el documental. Queríamos hablar de él como etnomusicólogo y como padre. 

En la película está muy presente la música, pero también el suicidio… 

Sí, y el abandono, algo muy común en nuestro país. Siendo yo padre, es un tema con el que cargaba. Al aproximarme a la edad en que se suicidó mi padre, la película tomó otro significado y me sirvió para realizar una búsqueda en distintos niveles. 

¿Cambió la forma de ver a tu papá a partir de la película? 

Sí, gracias a la investigación y a los testimonios que recogí siento que lo conozco mejor, y al mismo tiempo me conozco mejor a mí y me puedo identificar más con él. El suicidio ya no es un tema omnipresente como lo fue durante tanto tiempo, antes lo veía como algo nebuloso y fantasmal, pero al entrar de lleno en él y comentarlo con mis hijos, tomó una proporción más justa. 

A lo largo del documental vemos que descubres cuestiones personales que no sabías. 

Sí, por ejemplo, antes de tenernos a mis hermanos y a mí, mi padre había tenido otra hija. Sabíamos del rumor, pero desconocíamos si era verdad. Él nunca lo comentó y ese secreto se convirtió en una carga emocional que no tendría por qué serlo. 

¿Qué recursos encontraste en el cine para explorar la música y tu propia vida? 

Mi padre publicó la Antología del son en México, que es muy significativa, pero desde luego hay mucho más material. Hay música que no se ha publicado y que recogió junto con Ramírez de Arellano y Eduardo Llerenas, tanto al interior de la república como en otros países. Cuando se fue de luna de miel con mi madre hizo grabaciones en Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Panamá. Después con su equipo grabó en Belice, República Dominicana y Haití. Gracias a la película tengo un conocimiento más exacto de este tesoro musical. A nivel personal, te puedo decir que durante la edición pude incluir la música que a él más le gustaba. A través de las canciones pude empatar estados de ánimo que aborda la película. 

¿De qué manera la música marcó el tono del documental? 

Durante la filmación y la edición descubrí la sensibilidad y la tonalidad de cada uno de los sones. Al intentar elegir los adecuados para el momento de la película comprendí que la sería la guía emocional del relato. 

Esta es tu primera película, ¿piensas seguir relacionando al documental con tu propio trabajo? 

Sí, ya empecé a hacer otra que se llama El origen del mundo, a diferencia de esta que habla de la música mestiza, la siguiente será alrededor del pensamiento indígena, de la figura de la madre y de la mujer. Al hacer esta película a partir de mi padre, también me puse a pensar en la figura materna y en la necesidad de contar el otro lado. Y con el pensamiento indígena me refiero a la realidad oculta que muchas veces en Occidente no se reconoce, al aspecto espiritual del conocimiento. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *