Adquirir más responsabilidad en el trabajo debería sonar como algo así como un camino al éxito y a la felicidad. Sin embargo, en las carreras profesionales de muchas mujeres, este camino parece llevar a un lugar muy diferente: la depresión.
Vale, es cierto que en muchos puestos de trabajo (sobre todo en aquellos que obligan a enfrentar tareas de alta responsabilidad) es normal y lógico que exista un grado, más o menos elevado, de estrés. Lo que no es lógico -o no debería serlo- es que las mujeres ejecutivas empleadas en puestos de alta dirección experimenten niveles de angustia, y ansiedad, más elevados que los hombres. ¿Una explicación para que esto suceda? La mujer tiene que luchar, en el mundo laboral, con un enemigo invisible: el estereotipo que le hace enfrentarse al famoso techo de cristal.
¿Y qué es el estereotipo?
El doctor Sergio Oliveros Calvo, Psiquiatra y Director de Grupo Doctor Oliveros, ha visto pasar, por su consulta, a muchas mujeres directivas afectadas por esta situación, lo que le convierte en una voz autorizada en la materia. Para el doctor Oliveros “la amenaza del estereotipo aparece cuando la mujer, por el simple hecho de que se le aplique la imagen estereotipada de que las mujeres son peores, que los hombres, en esto o en lo otro, va a interpretar que no se valoran adecuadamente sus actitudes profesionales”. Y esta circunstancia, añade Sergio Oliveros, no es baladí “hay que tener en cuenta que el hecho de triunfar en el mundo de los negocios suele ir asociado a que el entorno, percibe a la persona como un líder capaz, negociador efectivo, fuerte defensor de los intereses de su empresa y, además, buen evaluador de los defectos y virtudes de la otra parte.
Por el contrario, si no se da esta percepción lo más probable es que ese liderazgo se vea cuestionado”.
La mujer directiva percibe que, con la única razón de pertenecer al sexo femenino, se le aplica el mencionado estereotipo negativo sobre la calidad de su trabajo. ¿Qué sucede a partir de ese momento? Almudena del Olmo Antón, Psicóloga y Psicoanalista del Grupo Doctor Oliveros lo explica “la mujer comienza a aplicar recursos mentales extra, como forma de demostrar que están equivocados con ella.
El problema es que esos recursos mentales, al estar ocupados en esta tarea, no estarán disponibles, al 100%, para realizar el trabajo en el que deberían estar ocupados. La consecuencia de todo ello es que se crea un círculo vicioso de estrés y ansiedad”. Es éste el momento y las circunstancias en los que aparece el llamado techo de cristal, esa barrera invisible (pero real) que impide a muchas mujeres progresar hacia puestos de responsabilidad en las empresas.
El valor de la autoestima
Más allá de lo que el entorno piensa de una misma, un elevado nivel de autoestima dará a la mujer directiva la capacidad de actuar de forma resolutiva y eficaz ante cualquier situación… sobre ante aquellas situaciones que no le son favorables.
Y es que está demostrado que, la persona que se sienta eficaz y competente en su trabajo, por encima de lo que puedan decir, o no decir, de ella tendrá más posibilidades y armas para lograr sus objetivos que quien se infravalora.
Una buena manera de encaminarse hacia este objetivo es, en opinión del doctor Oliveros “comenzar a tener en cuenta más las opiniones positivas que las negativas que los demás hacen sobre uno mismo, o, en este caso, misma. Si no se hace así, lo más probable es que la autoestima acabe siendo baja y yendo a la baja”.
Luego, además del peso, o no, de las opiniones ajenas, la autoestima también puede verse afectada por otros factores que el Almudena del Olmo enumera “incapacidad de influir en las decisiones que afectan al trabajo propio, expectativas laborales inciertas, incompatibilidad de valores con la empresa en la que se trabaja, recurrentes desautorizaciones por parte de los superiores, desequilibrio entre vida laboral y personal…”. Evidentemente, todo esto provoca un desgaste que hay que tratar de evitar.
Y… ¿cómo hacerlo?
Normalmente, cuando se siente este desgaste, la persona suele caer en el error de tomar caminos como intentar reprimir lo que la daña; echar la vista atrás y pensar que todo sería distinto si se hubiera hecho esto o lo otro; relacionarse sólo con aquellos que tienen una opinión positiva sobre ella… Al final, la puesta en práctica de estas tácticas de defensa a lo único que contribuirá será a alimentar un estrés y una ansiedad potenciados por el hecho de vivir una realidad paralela, aislamiento… Parece evidente que éste no es el camino.
Almudena del Olmo incide en que para afrontar esta situación “lo primero de todo será identificar y controlar los factores de estrés que contribuyen a este desgaste.
A partir de aquí, la persona podrá tomar opciones tales como evaluar que opciones tiene para continuar con su desarrollo profesional; mejorar una actitud hacia el trabajo que quizás se haya vuelto excesivamente cínica; valorar, de un modo objetivo, las propias habilidades…. Si nada de esto funciona, no hay que dudar: hay que acudir a un profesional que ayude a recuperar la autoestima y a evitar el riesgo de depresión”. Conclusión: con autoestima no hay techo de cristal ni estigma se resista.