El primate más grande que ha caminado sobre la Tierra se extinguió hace entre 295 mil y 215 mil años, incapaz de adaptar sus gustos alimentarios y sus comportamientos a los cambios en el clima.
Evidencias obtenidas en las llanuras kársticas del sur de China, donde el Gigantopithecus blacki –simio de tres metros de altura y 250 kilogramos– se extinguió antes de que los humanos llegaran a la región, se publica en Nature. Alrededor de 2 mil dientes fosilizados y cuatro mandíbulas han perdurado como únicos signos de su existencia.
La historia de este mamífero es un enigma en paleontología: ¿cómo pudo una criatura tan poderosa extinguirse en un momento en que otros primates se estaban adaptando y sobreviviendo? La causa no resuelta de su desaparición se ha convertido en el Santo Grial en esta disciplina, dice el paleontólogo y el coautor principal, Yingqi Zhang, del Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados de la Academia China de Ciencias.
“El instituto ha estado excavando en busca de evidencia del Gigantopithecus blacki en esta región durante más de 10 años; pero sin una datación sólida y un análisis ambiental consistente, la causa de su extinción se nos había escapado.”
La evidencia definitiva que revela la historia de su desaparición proviene de un proyecto a gran escala que recopila evidencia de 22 sitios de cuevas repartidas en una amplia región de la provincia de Guangxi, en el sur de China. La base de este estudio fue la datación.
Es una gran hazaña presentar una causa definida para la extinción de una especie, pero establecer el momento exacto en que desaparece del registro fósil nos da un plazo objetivo para una reconstrucción ambiental y una evaluación del comportamiento, dice la coautora principal, Kira Westaway, geocronóloga.
Sin una datación sólida, simplemente se buscan pistas en los lugares equivocados.
Seis universidades australianas contribuyeron al proyecto. La Macquarie, la Southern Cross, la Wollongong y la de Queensland utilizaron múltiples técnicas para fechar muestras. Southern Cross también mapeó los dientes de G. blacki para extraer información sobre el comportamiento de los simios. La ANU y la Universidad de Flinders analizaron el polen y los sedimentos fósiles de la cueva para reconstruir los entornos en los que prosperó y luego desapareció.
Se aplicaron seis técnicas de datación diferentes a los sedimentos y fósiles de la cueva, produciendo 157 edades radiométricas. Éstos se combinaron con ocho fuentes de evidencia ambiental y de comportamiento, y se aplicaron a 11 cuevas que contenían evidencia de G. blacki, y también a 11 cavidades de un rango de edad similar, donde no se encontró evidencia.
La datación por luminiscencia, que mide una señal sensible a la luz encontrada en los sedimentos funerarios que encerraban los fósiles de G. blacki, fue la técnica principal, respaldada por series de uranio y resonancia de espín electrónico de la datación de dientes.
Evaluaciones
Al fechar directamente los restos fósiles, confirmamos que su edad se alinea con la secuencia de luminiscencia en los sedimentos donde fueron encontrados, lo que nos da una cronología completa y confiable para la extinción, dice Renaud Joannes-Boyau, geocronólogo de la Universidad Southern Cross.
Utilizando análisis detallados de polen, reconstrucciones de fauna, exámenes de isótopos estables de los dientes y uno detallado de los sedimentos de la cueva a nivel micro, el equipo estableció las condiciones ambientales que llevaron a la extinción de ese simio. Luego, con oligoelementos y análisis de textura de microdesgaste dental, el equipo modeló el comportamiento del primate mientras florecía, en comparación con el que tuvo durante la desaparición de la especie.
Esas piezas proporcionan una visión asombrosa de la conducta de las especies, lo que indica estrés, diversidad de fuentes de alimentos y comportamientos repetidos, señala el profesor asociado Joannes-Boyau.
Los hallazgos muestran que G. blacki se extinguió hace entre 295 mil y 215 mil años, mucho antes de lo que se suponía anteriormente. Antes de esa época, florecía en un bosque rico y diverso.
Hace entre 700 mil y 600 mil años, el medio ambiente se volvió más variable debido al aumento de la fuerza de las estaciones, lo que provocó un cambio en la estructura de las comunidades forestales.
Los orangutanes (género Pongo), parientes cercanos de G. blacki, adaptaron su tamaño, comportamiento y preferencias de hábitat a medida que cambiaban las condiciones. En comparación, este último dependía de una fuente de alimento de respaldo menos nutritiva cuando sus preferencias no estaban disponibles, lo que disminuía la diversidad de su comida. El simio se volvió menos móvil, tenía un rango geográfico reducido para buscar alimento y enfrentó estrés crónico y números cada vez menores.
“G. blacki era el especialista definitivo, en comparación con los adaptadores más ágiles como los orangutanes, y esto finalmente llevó a su desaparición”, comenta Zhang.