Titulares

“La literatura no es lengua hablada: está en silencio” 

Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, Francia, 1948) se describe como un mirlo, cuyo canto se vuelve virtuoso mientras más se aleja de su grupo. El narrador francés, en entrevista exclusiva con La Jornada, compartió sus ideas en torno a su obra, una literatura plagada de silencio que armoniza con la emoción de sus lectores. 

El ganador del Premio Formentor 2023 responde con claridad. Ha salido, como casi nunca, de su refugio en Francia, para viajar a la Feria Internacional del Libro de (FIL) Guadalajara y enfrentarse con un torbellino de actividades y personas. Abrió un espacio en su apretada agenda para disfrutar lo que más le gusta hacer: tomarse un tiempo para pensar cada pregunta que le hacen estos reporteros, para nuestro periódico. 

Introduce a sus interlocutores en una eternidad mezclada con gratitud, porque lo suyo son esas conversaciones pausadas a su ritmo: “Mi vida es un ejercicio espiritual, un intento de comprender. 

“Es verdad que yo tampoco me comprendo o no entiendo nada de nada. Busco comprender. Más que un acto de fe que me daría sentido. No creo. Nací en la ruina después de la guerra, en la destrucción de las grandes esperanzas políticas y de las promesas de la religión. 

Mi tío, que estuvo en el campo de concentración de Dachau, en Alemania, fue quien me cuidó. Y viví en la ruina del puerto de El Havre, que tomó siete años reconstruir. Todo era muy incomprensible. Todavía lo es. Vean el mundo de hoy. Busquen comprender. Yo no tengo ninguna respuesta. Lo que escribo es complejo, pero no por ser complejo, sino para unir elementos. 

Sonríe. No luce como ermitaño. Seduce con sus palabras: mi trabajo es vertical para desfragmentar parte por parte todas las ideologías, los pensamientos hechos, los pensamientos que son como órdenes. Freud decía que el alma de los hombres era como la Roma antigua, de nivel en nivel, y que todo estaba en desorden. La ciudad que se parece más a la Roma antigua es la Ciudad de México, desde su paleolítico. 

Luego, entra de lleno en su tema, el lenguaje, que le interesó desde su juventud cuando quiso ser filósofo, y explica: “exploro el pensamiento para ver cómo el lenguaje ha podido alimentar el enfrentamiento entre los hombres. No habría guerra si no existiese la estructura del lenguaje. Entre alguien que habla y alguien que escucha, entre un dominado y alguien que lo domina, el lenguaje es muy peligroso, por eso hago la diferencia entre el pensamiento y el lenguaje. 

“La literatura no es la lengua hablada, es lo contrario: es la lengua que está en silencio. Los libros son silenciosos. El lenguaje de los escritores, muy elaborado, no es el de alguien que habla y alguien que escucha, sino un objeto que trabaja. 

Los escritores logran que la emoción, sin un aliento en el silencio, se refleje en aquello que escriben. Y es un lenguaje muy complicado porque hace revivir todos los sedimentos de México y Europa, y eso es complicado, insistió. 

El autor contó que escribe “en el silencio de la mañana, antes del día. Al mismo tiempo que los pájaros. Los pájaros y yo tenemos necesidad de silencio para tener ganas de cantar. Por la tarde siempre toco música para limpiarme de todo el lenguaje. Para retomar las palabras de Frederic Mompou, autor de Música callada, ‘la música trata de callarse’”. 

Con relación a la música y el arte, Quignard explicó: si pones un mirlo con otros mirlos en los árboles, en los jardines, cantan cantos de mirlo y son la misma cosa, como nosotros en grupo decimos siempre lo mismo. Si lo pones junto al río, cuanto más está lejos del grupo, su canto se emancipa más. Cuando está verdaderamente en la soledad, el mirlo se convierte en un virtuoso. 

Sobre los galardones literarios, destacó al Premio Formentor como el más bello que ha recibido, porque le ha permitido traducir su obra a otros idiomas, y traducir es escribir. Leer es algo muy pasivo. Es recibir. Traducir es verdaderamente una experiencia. Mi traductor escribe mejor que yo. Escribe muy buenos libros, bromeó. 

Ese sentido del humor chispea de vez en vez durante la charla, aunque vuelva sobre temas profundos. “El verdadero lector se abandona a aquello que lee. Asume el riesgo de ser herido gravemente por ello. ¿Cuál es el trauma que va a resurgir? ¿Cuál es la felicidad que puede encontrar? ¿Cuál es el mundo que va a volver? Por eso hay niños que rechazan leer, porque tienen miedo de ser desbordados, estar conmovidos. Ese es el fondo. 

Un escritor primero es un lector, como un músico es primero alguien que escucha. ¿Aquel que escribe piensa en el lector? No. Piensa en aquel que ha sido como lector. Quiere tocar la emoción misma, como el músico. Es decir, no creo que un músico piense en ciertos oyentes. Un músico busca el centro de la emoción que está en el origen de la música. 

Cuando Pascal Quignard era editor en Gallimard y estaba maravillado de ganarse la vida leyendo libros, era la felicidad, pero no era la buena lectura, porque era una lectura que tenía un sentido y estaba dominada por el juicio. Cuando leemos verdaderamente no podemos juzgar. El lector editor está obligado a juzgar. Es un bello trabajo, pero no es la lectura. 

Al insistir en la admiración que su obra causa en lectores de todo el mundo en multitud de idiomas, refirió que el escritor Paul Celan, que le gusta mucho, y me hizo comenzar a traducir, él decía que un escritor no escribe su lengua, sino la lengua que ama su madre. Es posible que eso sea verdad, concluyó. 

El misterios del erotismo 

Este jueves, el autor ofreció una rueda de prensa en la que el editor y jurado del premio Formentor Basilio Baltasar agradeció a los periodistas que, en lugar de llegar con su lista de preguntas, establecieran una charla entre Quignard y sus lectores. 

Fue así que el autor, a veces sonrojado por las muestras de admiración (es usted un hechicero, le decían), siguió ofreciendo las joyas de su pensamiento: 

Sobre el erotismo, sobre esta increíble invención que la naturaleza ha encontrado de inventar dos sexos para reproducirse, hay una separación incomprensible que es un misterio aún más grande que el misterio dionisíaco. 

También compartió que hay un libro que le interesa mucho, “únicamente por razones literarias: los evangelios, porque se trata de una sola historia contada cuatro veces. A los japoneses les gusta hacer lo mismo, contar la misma historia con diferentes voces. Lo maravilloso de los evangelios es que introduce pequeñas historias, que son dichas por Jesús en forma de parábolas. 

“Una novela para mí es muy diferente, no es un personaje, es una música. Sin embargo, escribo en completo silencio. Me sorprende saber que hay muchos escritores que escriben escuchando el radio, yo no soy capaz de hacer eso. 

“Para cada novela que escribo distribuyo los capítulos bajo una melodía. En la novela El amor el mar, que habla sobre la separación incomprensible entre un hombre y una mujer, trabajé bajo una obra muy, muy triste de Ernest Chausson.” 

Pascal reconoció que le ha sido muy difícil enfrentarse a tantas personas en su visita a la FIL Guadalajara, porque él prefiere la soledad, pero cuando hay alguien como Basilio Baltasar, que me da la oportunidad de que gracias al Premio Formentor mi obra se ha traducido a tantos idiomas, y estar frente a ustedes, sólo puedo agradecer ser feliz y tener una sola idea: huir, y soltó la carcajada. 

Hay que ser un poco brujos para desembrujarnos del poder que la lengua tiene sobre nosotros; entonces, gracias por llamarme hechicero. 

El músico y periodista Fernando Rivera Calderón expresó al autor el sentir de muchos de sus lectores: usted ha dicho que no conoce los silencios de México, pero nosotros conocemos los silencios sagrados, profundos y plácidos que nos deja la lectura de sus libros, los cuales lo hermanan con nuestro país, porque es un silencio parecido al que uno siente después de leer a Juan Rulfo; por eso, muchas gracias por esos instantes. 

Pascal Quignard, visiblemente emocionado, concluyó: gracias a usted sé que hice muy bien de venir a México. 

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