Compartir las comidas en familia no siempre es posible, pero sí es recomendable fomentarlo, tan a menudo como se pueda. Por lo general, en una familia media, en la que los hijos estudian y los padres trabajan, es difícil, por no decir casi imposible, que todos los miembros se junten a la hora de comer.
Sin embargo, hacerlo para cenar es más sencillo, y resulta una forma fantástica de terminar el día comentando cómo le ha ido a cada uno, al tiempo que se disfruta de una agradable cena en familia. Comer en familia supone beneficios de todo tipo, y para todos los miembros de ella.
Es obvio que favorece y mejora la comunicación, especialmente si nos esforzamos por mantener la televisión apagada y los móviles fuera de la mesa. De este modo, las conversaciones surgirán de forma natural mientras todos disfrutan de la cena.
Pero además una investigación publicada en ‘Science daily’, realizada entre un grupo de niños de primero de primaria, demostró que aquellos que comían con frecuencia en familia tenían mejores habilidades comunicativas.
Evitar el uso de aparatos electrónicos durante las comidas familiares es fundamental.
Un estudio publicado por la revista ‘Acta Pediátrica Española’ afirma que comer en familia es algo importantísimo cuando hay niños y adolescentes en casa, pues esa “obligación” de hablar en la mesa puede servir para evitar problemas de conducta y ayudar ante situaciones de riesgo.
Lo mismo concluye un estudio realizado por el Colegio de Médicos de Canadá, que asegura que las comidas en familia en el hogar pueden prevenir problemas relacionados con trastornos alimentarios y adicciones, además de problemas mentales como depresión y pensamientos suicidas.
Además, es una buena manera de que los niños empiecen a ayudar en casa, ya sea poniendo o recogiendo la mesa, o en la elaboración de platos sencillos, lo que además de hacerles participar de las obligaciones diarias ayuda a reforzar los lazos.
Compartir las comidas con el núcleo familiar fortalece los lazos y mejora la comunicación.
Por otra parte, según un estudio publicado en ‘JAMA Network Open’, comer con la familia se asocia a unos mejores hábitos alimentarios, sobre todo entre los más jóvenes, y hace que sean más propensos a consumir frutas y verduras y menos comida procesada y refrescos.
Por último, según el sistema de atención médica pediátrica de la universidad de Stanford, comer en familia aporta a los niños una seguridad en sí mismos que les ayuda a tener alta la autoestima, al sentir que sus padres se interesan por ellos, y que les valoran y respetan como personas. En cambio, en aquellas familias en que padres e hijos comen por separado, ocurre todo lo contrario.