En el ocaso de los actos para rememorar el 50 aniversario de la muerte de uno de los creadores más importantes de la historia del arte, el malagueño Pablo Ruiz Picasso, su figura resplandece más que nunca, y lo hace a través de su obra y de su inmenso legado estético, filosófico y poético, con el que influyó a pintores y escultores de otras generaciones y tradiciones.
En un día se inauguraron en España dos exposiciones que confirman la vigencia de Picasso: una, en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en la que a través de 40 piezas se establece un diálogo con grandes maestros, como Velázquez, Goya, Tiziano, Rubens o Murillo; la segunda, en el Museo Picasso de Málaga, en la que se muestran piezas de artistas contemporáneos inspiradas en la obra y estilo del pintor español, al que muchos historiadores sitúan como el más influyente y determinante del siglo XX.
La muerte de Picasso, ocurrida el 8 de abril de 1973, sacudió al mundo. Su influjo en las vanguardias y en el discurso artístico e, incluso, político del momento, fue hondo. Una de sus cuadros más celebradas, el Guernica, está inspirado en el bombardeo fascista en abril de 1937 a la pequeña localidad vasca con el mismo nombre, el cual se perpetró en plena guerra civil española, convirtiéndose en símbolo antifascista y de repudio a la guerra. Pero Picasso fue eso y mucho más, de ahí que a raíz del 50 aniversario de su muerte se han llevado a cabo numerosos actos, exposiciones, conferencias y debates en torno a su figura, que han tenido como epicentro tres puntos geográficos: Madrid, París y Málaga. Y, un poco más relegada, Barcelona.
El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid presenta la exposición Picasso, lo sagrado y lo profano, en la que muestran al Picasso que absorbía la simiente de los grandes maestros, a quienes canibalizaba, en palabras del director del museo, Guillermo Solana. La exhibición consta de 40 piezas (22 de ellas del malagueño) en las que se propone estudiar la originalidad con la que se acercó al mundo clásico y a los temas de la tradición judeocristiana, develando su capacidad de integrar elementos y problemas del arte anterior y de reflexionar sobre la esencia de la pintura. Es decir, una conjunción de lo divino y lo humano en su sentido más amplio y profundo, como forma de explicar, además, el arte desde el principio de los tiempos, de ahí que se busque indagar en esa mirada de Picasso al arte del pasado para revelar nuevos modos de interpretar la historia.
A las ocho obras que pertenecen a las colecciones Thyssen se suman varios préstamos del Museo Picasso-París y de otros coleccionistas e instituciones, así como pinturas de El Greco, Rubens, Murillo, Zurbarán, Van der Hamen, Delacroix, una escultura de Pedro de Mena y algunos grabados de Goya. A través de tres décadas de producción y alrededor de tres tramas temáticas, se establece un diálogo en torno a los mitos y ritos paganos y cristianos que se fusionan en muchas de sus creaciones, sobre todo a la hora de tratar los asuntos más universales de la vida, la muerte, el sexo, la violencia y el dolor.
En una de las secciones, Iconofagia, se aborda la apropiación de determinados aspectos del pasado mediante la contemplación de las obras en los museos o de las reproducciones fotográficas que recopiló Pablo Picasso de manera compulsiva; mientras la sección Laberinto Personal se centra en la narración de sus obsesiones personales mediante la relaboración de mitos y epopeyas clásicas; finalmente, en Ritos Sagrados y Profanos se adentra en los rituales paganos o la herencia de lo sacramental a través de alegorías y cosmologías cristianas.
Es una trama con todos los grandes temas, entre ellos el de la iconofagia o canibalismo de Picasso: tenía gran capacidad para devorar a otros artistas al tiempo que reciclaba la tradición, explicó Solana.
Paloma Alarcó, curadora de la muestra, añadió que quería hacer hablar a Picasso con los maestros antiguos para llevar esa idea suya de que en el legado del arte no hay pasado ni futuro, sólo presente. Él se consideraba a sí mismo chamán de gran fuerza creadora e intercesor entre el pasado y el presente.
En Málaga, ciudad que vio nacer al pintor en 1881, el Museo Picasso ofrece otra exposición en torno a su figura, en la que sus obras conversan con las de otros artistas contemporáneos que, por diferentes motivos, hicieron o hacen resonancia de la pintura del malagueño. Entre los creadores representados en El eco de Picasso se encuentran Francis Bacon, Cristina BanBan, Miquel Barceló, Georg Baselitz, Jean-Michel Basquiat, Louise Bourgeois, Willem de Kooning, Jeff Koons, Maria Lassnig, Sarah Lucas, Nathaniel Mary Quinn, Franz West y Zio Ziegler.
Se trata de piezas de más de 50 artistas que a veces estarán en diálogo directo con las de Picasso, pero, sobre todo, como un eco del legado del malagueño, ya que su objetivo principal es indagar en el efecto de sus prácticas creadoras en la contemporaneidad y en la actualidad artística globalizada.
La muestra está dividida en dos capítulos; el primero incluye trabajos de Picasso junto a los de artistas que reconocieron su influencia, como Bacon, Kippenberger o Lassnig; el segundo presenta creadores contemporáneos como Claire Tabouret o Rashid Johnson. La exhibición tuvo como curador a Eric Troncy, quien buscaba presentar obras que retomaran el arte de Picasso, ya sea en tiempo real, es decir, cuando vivía, o en la época actual.