La única manera de hacer una banda es poner a los chicos en una habitación, tocar y mirarse a los ojos, dice Keith Richards, quien mira al reportero de The Independent y apunta: No me hagas hablar de la música de hoy día: tambores de botón y todo sintetizado. La grabación digital es un inodoro unidireccional.
El llamado Riff Humano, al igual que sus compañeros de banda, se siente optimista sobre su primer álbum de material original en 18 años, Hackney Diamonds.
Esta vez, como dice Mark Beaumont en su reseña en The Independent, Mick Jagger se deleita en evocar “sus días de mediados de los sesenta en los que saltaban de cama en cama mientras los réprobos del rocanrol se empapaban en ‘el olor a sexo y gasolina’”.
Así fue que The Rolling Stones se hicieron una llamada de atención colectiva. Después de realizar su gira del 60 aniversario, y justo cuando podrían haber estado pensando en retirarse, llegó un concepto de sus días de formación: sesiones de estudio con una fecha límite estricta. Hackney Diamonds es el resultado. Incluso sin dejarse llevar por el viejo “mejor álbum desde…” Ha pasado mucho tiempo desde que sonaron tan animados, cohesivos o relajados. La ironía de tal disciplina no pasa desapercibida para Richards. Es una cosa rara, ¿verdad?, reflexiona. “Trabajas toda tu vida para decir: ‘¡No hay plazos!’ Esto es para lo que he trabajado. Pero no, los necesitas, y eso era lo que pasaba con este disco. Habría llamado al maldito álbum Fecha límite”.
Cuando Mick Jagger les dijo a sus compañeros que debían terminar su nuevo disco para el Día de San Valentín, sólo tres semanas después de que comenzaran las fechas de grabación en Los Ángeles, hubo duda. Es posible que hayan pasado su era reciente rompiendo sus propios récords de taquilla en una serie de excursiones globales, pero el resto de los 18 años transcurridos desde su pasado álbum de estudio de nuevas canciones, A Bigger Bang de 2005, se habían caracterizado por la deriva y el retraso.
Richards, radiante y riendo al final de una conexión de Zoom, comenta: “Tengo que quitarme el sombrero ante Mick por este empujón porque me dijo: ‘Vamos,tenemos que hacer algo. No importa lo que hagamos, tenemosque hacer un disco’. Le contesté: ‘Ok, no nos andemos con tonterías. Ya tienes lo que quieres cantar, vamos’. Y el hombre tenía muchas cosas almacenadas”.
Hay un sentido de renovada camaradería en ellos. Sí, tiene que ver con el avance de los años y el fallecimiento de su amado Charlie Watts, pero también nace de una comprensión tácita de lo que ellos significan para nosotros y para los demás.
Jagger es cálido, hablador e increíblemente ágil. Ronnie Wood, unos días antes, se ve más saludable que durante mucho tiempo. Mick es honesto sobre el fracaso de los Stones para agarrar la ortiga de la grabación en la pasada década y media, tiempo durante el cual se convirtieron en una fabulosa máquina de discos de gira.
No estábamos haciendo nada, pero creo que estábamos contentos con las giras, afirma. “Encontramos eso suficiente, y no queríamos trabajar lo suficiente entre giras. Quiero decir, estuve escribiendo todo el tiempo, pero no nos estábamos reuniendo y terminando las cosas. Grabamos un montón de cosas e hicimos muchas sesiones, pero no había una fecha límite. Era simplemente, ‘Hacer dos semanas de grabación’, y luego no había planes de volver a estar juntos de nuevo.”
Hackney Diamonds comenzó con dos sesiones de prueba que dieron sus frutos tan pronto como avanzaron a Henson Recording Studios en Los Ángeles. La salsa secreta fue la elección, como productor, del neoyorquino Andrew Watt, de 32 años, descrito por Wood como lleno de frente y por Richards como un pequeño hijo de puta agresivo. El ascenso de Watt a un Grammy 2021 como Productor del Año fue observado tanto por Jagger, siempre atento a la nueva música, como por Paul McCartney, quien lo recomendó a Wood.
Andrew nos da órdenes y es muy alentador y agradable seguirlas, dice Wood. “Y me bajo cuando Keith lo escucha. Normalmente, Keith diría ‘Sal de aquí’, lo cual ha hecho, pero la cosa es que está respaldado por el hecho de que Andrew puede tocar. Esto es exactamente lo que necesitábamos.”
Con el bajista Darryl Jones no disponible para las sesiones, Watt desempeñó ese papel durante gran parte del disco, y tanto Richards como Wood también se turnaron. Lo mismo hizo el regreso de Bill Wyman, en Live By the Sword, en la que Elton (John) invoca sus primeros días de piano en un bar. Hablé con Elton, comparte Wood, “y me dijo: ‘¡Tengo que tocar en algunas canciones, Ron!’ Respondí: ‘¡Únete a la fila!’”
En un encantador homenaje, esa es una de las dos pistas con partes de batería grabadas en 2019 por Watts. Estoy emocionado por eso, pero me gusta el hecho de que él esté en él, de otra manera, dice Jagger. Tenemos algunas canciones realmente geniales con Charlie, que grabamos en ese periodo, así que quién sabe, podríamos sacar algunas otras.
Watts dio su bendición para que su compadre Steve Jordan tomara su asiento si alguna vez no estaba disponible, y Richards elogia el excelente trabajo que Jordan hace en el resto del disco. Wood añade: Es esa palabra tácita de confianza, una vez que has marcado el ritmo más importante. Digamos que es la canción de Mick, él establecería el tempo, y Steve está ahí. Ajustamos las velas, por así decirlo, y seguimos flotando.
Jagger explica cómo la alineación clásica de la década de 1960 a la de 1990 fue recreada en Live By the Sword. “Le pedimos a Bill que entrara. Le dije: ‘¿Quieres hacer esto? Es una vieja canción con Charlie, no una de las que hicimos recientemente’, y él dijo: ‘sí, me encantaría hacerlo’. Así que tiene un ritmo ligeramente diferente, esa canción, porque tienes a Bill y Charlie, que son la sección rítmica original”.
Keith Richards siempre ha mencionado lo honrado y afortunado que se sentía de tener a Watts detrás de él en el escenario y en el estudio. Tengo una foto de él, cuando salgo de mi habitación todos los días, dice Richards. “Lo primero que veo es un retrato de Charlie Watts, y nos quitamos el sombrero. Está ahí, por encima del hombro, y todo lo que sé es que está muy contento de que la banda siga adelante. Así que ahora trabajo para (el pianista original de los Stones y road manager) Ian Stewart (que murió en 1985) y Charlie Watts. Ahora los dos son mis jefes, y tengo que seguir así”.
La parte de McCartney es un retumbante solo de bajo fuzz en la rola Bite My Head Off. Las sesiones también incluyeron visitas personales de Lady Gaga y Stevie Wonder, quienes hacen contribuciones al alma góspel que es Sweet Sounds of Heaven. Pero nunca hubo ninguna sugerencia de elegir megaestrellas porque sí.
No es como una aparición como invitado por nada, dice Jagger. En realidad encajan, son los músicos perfectos para esas cosas. Elton se desenvuelve muy bien tocando su cosa de boogie, es muy simple, un poco como nuestro pianista original, Stu [Ian Stewart] acostumbraba tocar. Y Stevie, solíamos tener a Billy Preston, que tocaba mucho con nosotros. Necesitábamos el estilo de piano muy efusivo de Stevie para sacar esa canción.
Creo que tal vez la otra cosa acerca de los Stones, la otra gloria que podemos poner en nuestra gorra, es que hemos logrado enganchar a tantas generaciones ahora, dice a su vez Richards. “Sweet Sounds of Heaven es, en cierto modo, indicativo de ello, con Stevie Wonder de esa generación, y Lady Gaga de la siguiente. Hay una calidez y una sensación de que la música es música”.
Tal es el nuevo impulso que los shows en vivo del próximo año parecen posibles, al igual que un segundo álbum en algún momento de estas fértiles sesiones. En esta coyuntura tardía, el brillo está de vuelta en sus ojos. Ojalá lo hubiéramos hecho antes, admite Jagger. Llevábamos demasiado tiempo tocando y no teníamos los objetivos suficientemente claros. Realmente no voy a acusar a todos por eso. Es culpa mía tanto como de cualquier otra persona. Pero me di cuenta de que no podíamos dejarlo ir a la deriva más. Y eso es lo que hicimos.