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Compartir la comida en familia protege la mente

Es la hora de cenar en 1970 y la madre pone sobre la mesa la comida que preparó con amor. El padre se sienta a la cabecera, comenta su día de trabajo, la madre va y vuelve de la cocina con fuentes y los chicos cuentan las anécdotas de la escuela. Una cena familiar típica de los 70 que quizá ya no se vea más en los hogares de la actualidad. 

Diversos estudios han encontrado que, en los últimos 20 años, la frecuencia de las cenas familiares ha disminuido notablemente. Un estresante estilo de vida, la agenda de padres e hijos llena de actividades y la invasión de la tecnología han llevado quizá a que la comida en familia se haya transformado o directamente extinguido. 

Sin embargo, según la ciencia, esta ancestral costumbre humana ofrece una serie de beneficios para la salud física y mental, favorece un estilo de vida ordenado y saludable y hasta promueve un mejor rendimiento escolar y laboral. 

El licenciado Juan Carlos Picasso, especialista en ansiedad, estrés y depresión y director general de Life Center Luján, la familia es el ámbito de aprendizaje de mayor impacto dado que las experiencias vividas imprimen recuerdos que influirán sobre las decisiones y comportamientos. “Es en la familia donde aprendemos a establecer vínculos y a reconocer los límites que se requieren para desarrollar una identidad sana, donde las diferencias respetadas facilitan el crecimiento y profundizan un sentido de pertenencia que da seguridad y presencia donde quiera que el integrante esté”. 

Y añadió: “Las familias que practican y mantienen en el tiempo la costumbre de almorzar o festejar un cumpleaños validan en cada encuentro el vínculo, el interés por el otro a través de un clima amigable de escucha activa, de interés genuino y de opinión que nutre, mientras los procesos invisibles en la mente van generando un estado químico de hormonas propias de un estado de felicidad, con la liberación de serotonina, endorfina, dopamina y oxitocina, las cuales facilitan los procesos digestivos y de asimilación de los nutrientes”. 

Además, Picasso destacó que “La confianza ilimitada en la accesibilidad y apoyo que pueden brindar las figuras de apego, como padre, madre, hermanos, tíos y abuelos, constituye la base de desarrollo de una personalidad estable y segura de sus propias fuerzas”. 

Por su parte, la doctora Graciela Onofrio, médica especialista en Psiquiatría, psicoanalista, miembro titular de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), de la World Psychiatric Association (WPA) y docente universitaria, explicó: 

“Alimentar a otro tiene el significado de cuidado de quien tutela, habitualmente la madre como figura inaugural, pero no solo ella. Esta tarea instituye, también, un orden simbólico, alimentar(se) funda un sujeto deseante. Se instauran prohibiciones y prescripciones, y son las formas del proceso de alimentar(se), alimentar a otro, alimentar(nos) las que permiten leer el lazo subyacente, tanto en su vertiente imaginaria: ‘me quiere porque me cocina lo que me gusta’, como en su vertiente simbólica: ‘cuida de mi nutrición y de mi salud’, o en su vertiente cultural, generando ocasiones de encuentro e intercambio: la disposición a la comensalidad. La cocina debe, entonces, ser considerada en un sentido bastante más amplio que aquel referido a su sustrato puramente técnico. Se trata de un sistema normativo complejo que encuadra y estructura las regulaciones de la relación social de pervivencia de los individuos”. 

Otros estudios han determinado que los beneficios de estas comidas incluyen mejores vínculos familiares, aumento de la autoestima y la resiliencia y reducción de los riesgos de depresión, violencia, suicidio y consumos problemáticos. 

Además, un creciente conjunto de investigaciones sugiere que los niños y adolescentes que comparten comidas frecuentes con sus familias reportan mejores indicadores de nutrición, relaciones familiares y salud mental. 

Por otro lado, las comidas familiares también tienen un fuerte impacto en la nutrición y los resultados dietéticos. Una revisión sistemática de 2020, publicada en The Journal of Nutrition Education and Behavior, encontró que las comidas familiares mejoran el consumo de frutas y verduras tanto en niños como en adultos. 

La licenciada en nutrición Pamela Ruiz Díaz, jefa del servicio de alimentación en Life Center Luján, explicó a Infobae: “La presencia de los padres en la cena se asocia positivamente con un mayor consumo de frutas, verduras, legumbres y productos lácteos por parte de los adolescentes. Varios estudios han demostrado que una mayor frecuencia de comidas en el hogar se asoció con una mejor calidad de la dieta para los hombres, mientras que la frecuencia de las comidas fuera del hogar se asoció con una peor calidad de la dieta y la ingesta de energía para las mujeres”. 

Y agregó: “Estos hallazgos sugieren que comer comidas en familia puede mejorar la salud y el bienestar de sus miembros, principalmente en adolescentes. Aunque muchas familias ciertamente no tienen la opción de estar juntas en casa a la hora de las comidas, por los horarios de trabajo tardíos, por ejemplo, para muchos, la falta de comida familiar refleja la prioridad dada a otras actividades opcionales”, señaló la nutricionista. 

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