Los asesinos de la Luna, reciente filme de Martin Scorsese, recuerda un suceso olvidado: el asesinato, en los años 20 del siglo pasado, de miembros del pueblo osage, de Oklahoma, que se habían hecho ricos tras hallar petróleo en sus tierras. Los hechos, que fueron investigados por la naciente Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), quedaron plasmados en un libro que poco se conoce, de autoría del periodista y escritor estadunidense David Grann.
En los años 70, Scorsese hizo una investigación sobre los pueblos nativos de Norteamérica y su exterminio que lo dejó impactado. Pasaron muchos años y antes de su anterior filme, El Irlandés, se juntó con Eric Roth para comenzar a escribir el guion de Los asesinos de la Luna, que la semana próxima se estrena en México en salas selectas, así como en Apple TV, productora de la cinta, que tiene una duración de tres horas y media y está protagonizada por Leonardo DiCaprio, Robert De Niro y Lily Gladstone.
Está planteada como western, pero no como los clásicos hollywoodenses en los que sólo hay buenos y malos. Scorsese no deseaba filmar algo así, por lo que decidió crear una historia violenta, pero llena de amor, aseguró ayer ante la prensa mexicana en un hotel capitalino, donde estuvo acompañado por el jefe máximo de los indígenas osage, Standing Bear; así como de Rodrigo Prieto, autor de la fotografía del filme, que se convertirá en la cuarta colaboración del mexicano con el realizador.
Antes, Prieto, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, se desempeñó como director de fotografía de la comedia El lobo de Wall Street (2013), el drama histórico Silencio (2016) y la cinta de gángsters El irlandés (2019).
Con esta atractiva pieza fílmica, Scorsese hace un ejercicio de memoria histórica y tatúa en celuloide la voz del pueblo osage, que ha enfrentado tantas dificultades como el resto de las culturas originales del norte del continente.
La mejor manera de contar algo duro es cuando el nivel estético es alto, porque puedes transmitir el mensaje de que todos somos iguales, que todos somos personas con alma y corazón, y ello es lo que quise transmitir con esta película, aseveró el cineasta.
A punto de comenzar a rodar El irlandés, le intrigó la historia de Grann y dijo que jamás había pensado hacer un western, aunque es admirador del género. “Estaba nervioso con este abordaje. Pero existía la fascinación por saber más sobre esta cultura, tras conocer lo que han sufrido los grupos étnicos de mi país.
Empecé el guion con Eric (Roth), pero la historia de Grann requirió una explicación de cómo la FBI investigó el hecho. Creo que por naturaleza humana nos volvemos cómplices de este tema si no lo hablamos, planteó Scorsese.
El realizador de clásicos como Taxi Driver, Toro Salvaje y Pandillas de Nueva York, viajó a Oklahoma para conocer de fondo a la población porque mi experiencia con estos grupos en los años 70, me pareció traumática.
Pudo ganarse a los miembros de esa comunidad, quienes abrieron, no sólo sus archivos, sino su corazón. Antes, no se hablaba del tema. Dijo que ellos hablaban de Molly, la osage de sangre pura que se enamoró de Ernest, ex combatiente de la Primera Guerra Mundial y sobrino de un terrateniente que busca el dinero de los osage a toda costa.
El hilo conductor de la película es la historia de amor (entre Ernest y Molly). Para ello tuvieron que dar la vuelta al guion en el que trabajaron varios años y mostrar más tarde a la FBI, señaló Scorsese.
De hecho, compartió, cada día cambiaban el texto, sobre todo porque el elenco y el equipo de producción se fueron fundiendo con la gente de este pueblo, lo que dio un contexto de naturalidad a la historia. Seguimos escribiendo el guion hasta cuando comenzamos a rodar. Iba a ser un documental, revela el cineasta. Pero aun así, conserva esa esencia de docurrealidad. Los que están enfrente a la cámara siguen siendo los mismos, el pueblo osage, afirmó.
Scorsese cuenta que una vez que conoció al jefe osage Standing Bear (Oso Parado), mi equipo comenzó a trabajar estrechamente con ellos. Quería incluir más rituales, más comportamientos, como funerales o rituales, con lo que la cinta hubiera durado unas cuatro horas.
“En los westerns que conocemos vemos a buenos y malos… hoy ha cambiado. Ahora se trata de conectar humano con humano, y está historia se presenta así. En los años 70 me di cuenta del maltrato a la comunidad nativa de Norteamérica. Fue una aniquilación. Creo que por eso perseguí la historia, porque se contextualizaba en la naturaleza de la lucha racial”, aseveró Scorsese, quien afirma que tuvieron cuidado con los detalles para mostrar el sentimiento y las tradiciones.
La cinta, a decir del jefe osage Standing Bear, en la conferencia, representa algo que no contaron nuestros abuelos ni cuando se escribió el libro. Nuestra preocupación era quién haría la película y que las voces se perdieran, pero cuando supimos que la iba hacer Martín Scorsese, nos reconfortó. Es una persona abierta y sensible a quien enseñamos nuestra cultura. Llegó la pandemia y se paró el proyecto, pero volvimos con beneplácito.
El jefe compartió que el cineasta y su equipo se sumergieron en la comunidad antes y durante el proceso de grabación, aprendiendo sobre su cultura, escuchando los relatos familiares sobre aquella matanza, respetando cómo querían ser representados en pantalla e incluyéndolos en el proyecto. Hay que recordar que en ese pueblo existe un trauma generacional tras la pérdida de 90 por ciento de su población (como ha dicho el jefe) y sus tierras en apenas un siglo, fruto de conflictos en los que tienen responsabilidad los colonizadores y el propio sistema.
En este caso, Scorsese, junto con Robert De Niro y Leonardo DiCaprio no sólo aprendieron algo de la lengua osage, sino que se empaparon de sus danzas ceremoniales, sus ritos. En la cinta, hay gente osage atrás y delante de la cámara. La protagonista, Lily Gladstone, quien encarna a Molly, es de origen Pies Negros, otra cultura nativa de Estados Unidos.
La película presenta capa sobre capa y el resultado es superior. Sí, es una historia violenta pero también puede traer amor, cuenta Scorsese, quien reconoció que en algunas tomas en las que se habla la lengua osage decidió no colocar subtítulos porque ello distraía en la buena actuación tanto de Leo (DiCaprio), de Lily (Gladstone) de Robert (De Niro;) por eso en ocasiones se suprimieron porque opacaban la buena actuación. Sentía que se interponían en la escena.
En tanto, el mexicano Rodrigo Prieto, ariete de la fotografía cinematográfica, dijo que su trabajo con Scorsese, esta vez fue distinto. No sólo porque el guion iba mutándose cada día, lo que implicaba revisar la luz de las escenas, entre otros detalles técnicos, sino también porque ha habido una evolución en el trabajo y en lo personal, pero siempre será emocionante trabajar con él.
Prieto afirmó que en este caso el proceso creativo fue evolucionando. Pero como el guión iba cambiando se trató de probar cosas tipo ping-pong, con miles de ideas que exploramos. Disfruto trabajar con él porque se involucra en el desplazamiento y en el movimiento de la cámara. Scorsese es alguien que se involucra demasiado con las tomas, aseguró. Además del protagonista DiCaprio, el largometraje cuenta con la soberbia actuación de De Niro. Sobre su relación con éste, afirmó: Nos conocemos desde que tenemos 17 años. Es el único que sabes quién soy. Venimos de un barrio de clase trabajadora. Vivíamos al final de la calle de una zona marginal. Y también él conocía a las personas de las que yo hacía películas. Sentíamos lo mismo sobre muchos temas. Hemos envejecido juntos y de hecho, fue él quien me presentó a Leonardo DiCaprio, quien por cierto tiene similitudes con nosotros, pese a tener 30 años menos.
A Martin Scorsese se le ve fuerte, animado, como cineasta incipiente como si presentara su primera película. Me emociona aún llegar al set. Y cuando los actores me proponen, como hacen Robert y Leo, me entusiasma y hace que filmar me guste más. Es decir, filmar es pasarla bien; si no es así, no vale.