Ganar US$100 dólares puede hacer que muchas personas se sientan felices, pero perder US$100 puede provocar una emoción incluso más intensa que esa alegría.
Ese ejemplo lo ofrece Arman Eshraghi, catedrático de Finanzas e Inversiones de la Universidad de Cardiff, para explicar que imágenes por resonancia magnética del cerebro han mostrado que «las pérdidas desencadenan una mayor actividad en las áreas del cerebro asociadas con emociones negativas que las que generan las ganancias (equivalentes) en los centros de placer».
Aunque en el pasado, el campo médico fue el que principalmente se enfocó en el estudio del cerebro, en las últimas décadas, otros ámbitos, como el financiero, también han buscado entenderlo.
Se ha fundido la economía con la neurociencia para darle una explicación a nuestros comportamientos, ya sea como inversionistas o como consumidores, tomando en cuenta no sólo el cerebro sino el sistema nervioso e incluso las hormonas.
Ha surgido lo que se conoce como las neurofinanzas, «un área relativamente nueva que se esfuerza por comprender la toma de decisiones financieras agregando conocimientos de la psicología y la neurociencia a las teorías tradicionales de las finanzas», señala Kerstin Preuschoff, profesora asociada de Neurofinanzas y Neuroeconomía de la Universidad de Ginebra.
Esa comprensión neuronal cobra especial importancia en «entornos de riesgo e incertidumbre, en los que generalmente primero reaccionamos y después analizamos», dice Joselyn Quintero, asesora financiera especializada en Psicología Financiera y Neurofinanzas.
Por más que lo intentemos, nuestra naturaleza nos impide alejarnos del hecho de que cada elección que hacemos tiene un elemento emocional.
«Es así para todo tipo de decisiones y se aplica particularmente a las financieras. Con las decisiones de inversión específicamente, existe la promesa oculta de riqueza que tiene un fuerte elemento emocional», indica el profesor Eshraghi.
Eshraghi cree que «las mejores decisiones financieras se toman a menudo utilizando un ‘pensamiento’ lento, cuidadoso y analítico en lugar de un ‘sentimiento’ rápido e inductivo».