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Consejos financieros para no financieros

El cuidado de la salud financiera comienza por las cuestiones más básicas y cotidianas, continúa con la gestión del día, el ahorro y se completa con una adecuada planificación financiera para el futuro. En ese camino es también importante cuidar los gastos, así como administrar los ingresos sin perder de vista los imprevistos.

Recibir consejos sobre finanzas personales puede resultar confuso o abrumador, ya que se introducen términos que no son tan comunes. Por ello, la siguiente lista está enfocada en mejorar la salud financiera de cualquier persona, sea cual sea su base de conocimiento financiero.

Tener clara la situación de las finanzas

Hay quienes ven la botella medio vacía y otros medio llena. Esa subjetividad no debería existir en finanzas. Hay que ser lo más objetivo posible para saber en qué situación está cada persona o empresa y desde ahí poder tomar decisiones realistas para mejorarla.

Lo primero es calcular a ciencia cierta qué ingresos existen cada mes: sueldo, rentas, rendimientos de productos de ahorro o inversión, algún tipo de subvención. Una vez claro este punto, toca hacer una enumeración de gastos fijos e irrenunciables y otra de los variables. El resultado de restar estos últimos a los primeros, será una radiografía de la situación financiera actual.

Hacer un presupuesto y ceñirse a él

Muchas veces cuesta discernir qué gastos son imprescindibles (por ejemplo, el pago de los consumos domésticos, el alquiler, la cuota de la hipoteca o la compra de alimentos) y cuáles prescindibles (adquirir moda, salir a cenar o disfrutar de un viaje). Para saber hasta qué punto es posible asumir este segundo tipo de importes, nada mejor que contar con un presupuesto en el que esté claro el dinero disponible con el que se cuenta en función de los ingresos. Conocer cuáles son los topes mensuales servirá de escudo ante la tentación que siempre existe de gastar más de lo que tenemos.

Cuidado con los gastos hormiga

Nos referimos a aquellos importes que son tan pequeños que los asumimos sin casi reparar en ellos: el café del bar, el billete del autobús para trayectos que se pueden hacer andando, unos chicles, productos de a euro en el supermercado, propinas.

Son apenas unos céntimos o euros al día, pero sumados a final de mes pueden ser una partida relevante que dé al traste con cualquier plan de no pasarnos de un presupuesto. Hay que tratar de reducirlos, o incluso si es posible eliminarlos para convertirlos en ahorro para imprevistos.

Hacer del ahorro un hábito

Lo ideal es que ya desde niños exista una educación en la cultura del ahorro para que se convierta en una costumbre natural. Por ejemplo, si el pequeño decide meter en la hucha cuatro monedas, los padres le aportan una más, incentivando así esa decisión. De esta manera, cuando se empieza a tener ingresos, no costará ningún esfuerzo guardar una parte del sueldo todos los meses para tener un remanente que nos será muy útil en las distintas fases de nuestra vida. Recuerda que existe la opción de dar una orden a tu banco para que de forma automática se transfiera todos los meses la cantidad que se estime oportuna a otra cuenta.

Tener un fondo de emergencia es imprescindible

Se avería la lavadora, hay un problema médico que no está cubierto, un viaje ineludible por algún compromiso. Es recomendable contar con una bolsa de dinero para poder afrontar los imprevistos sin que eso suponga un roto en las finanzas. Para conformar ese fondo de emergencia hay que guardar lo que se pueda, o apartar una cifra de algún extra, y ampliarlo en función de las posibilidades.

También es esencial determinar en qué casos se puede echar mano de este dinero ahorrado y en cuáles no, pero no tengas miedo en gastarlo si realmente piensas que es una emergencia.

Ahorrar para la jubilación no es una opción, es una necesidad

Cuando se es joven, la jubilación se ve a años luz, sin embargo, si se quiere disfrutar de los últimos años de vida con el mejor bienestar financiero posible, lo más inteligente es empezar cuanto antes a preparar un complemento para la pensión de jubilación.

Y aquí la opción más conveniente es destinar automáticamente todos los meses una cantidad en productos específicos para el ahorro previsión: desde planes de pensiones, a otro tipo de productos financieros vinculados al seguro y que nos pueden dar cierta rentabilidad para el dinero acumulado. Además, este tipo de instrumentos suelen tener ventajas fiscales asociadas.

¿Invertir? Solo con instrumentos que entiendas

Si el objetivo es sacar rendimiento a un dinero que no necesario hoy en día, hay que dar el salto del ahorro a la inversión, pero siempre de forma inteligente e intentando disminuir el riesgo al máximo en función del retorno que esperemos.

Invertir en Bolsa es la vía más conocida, pero hay que tener en consideración también a los fondos de inversión. Vehículos gestionados por profesionales con amplios conocimientos y que facilitan el acceso a las diferentes clases de activos de renta fija (emisiones de deuda, Letras del Tesoro) y renta variable (acciones de compañías cotizadas) cobrando una comisión.

Diversificar las inversiones reduce el riesgo Cuando se invierte siempre hay que asumir el riesgo de que alguna operación no dé el rendimiento esperado o, incluso, que pueda deparar pérdidas. Para intentar contrarrestar, los expertos recomiendan “no poner todos los huevos en la misma cesta”. ¿Cómo? Diversificando las inversiones por países (a veces cuándo en Europa la Bolsa sube, en Estados Unidos se registran caídas), por sectores (en tiempos de inflación lo hacen mejor las compañías de consumo básico, y cuándo la economía crece, el consumo discrecional se dispara) o clases de activos (no siempre la renta variable y la renta fija corren el mismo destino).

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